Una vez conocí a una persona que me resultó muy curiosa.
Hacía años que se había quedado sin trabajo, y había perdido el contacto de su mujer y su hija. Cada noche se preparaba la cama con una caja de carton y unos periodicos y se disponía a dormir no sin antes labarse los dientes con su viejo cepillo.
Tantos años en la calle, le havían enseñado a vencer el frio de la noche, a cobijarse de las fastidiosas lluvias y a ser el primero en levantarse con la llegada del dia.
A veces iba a hacer deporte por los jardines de Barcelona, o se acercaba al Tibidabo. Algun dia ayudaba a cargar y descargar furgonetas, y con el dinero que le daban, pagaba en alguna piscina o baño turco un pase para poderse duchar.
Algunos dias, lo veías leyendo libros que se había encontrado, y otras hablaba con vecinos de la zona, quienes al verlo tan simpatico y arreglado, le daban algo de comer.
El cambió mi forma de pensar.
En esa época yo trabajaba en una pastelería cerca del centro de la ciudad. Tenía mucho éxito, pero no siempre abundaba la clientela, y era entonces cuando teníamos que tirar toda la comida que había sobrado y que se estropearía durante la noche...
La primera vez que vi a Fernando, fue uno de esos dias. Ya se acercaba la hora de cerrar y tenía una bandeja con 8 o 9 pastelitos de chocolate para tirar. El caso es que estaban buenos, pero la parte exetior se había resecado un pelin... y ya no se podían vender.
Me daba tanta rabía desaprovechar toda esa comida que decidí esperar hasta el último momento por si aparecia algun ambriento pidiendo lo que fuéramos a tirar.
La jornada laboral terminó y empecé a cerrar la tienda. Así que, una vez terminé de contar todo el dinero, me dispuse a tirar todos esos apetitosos pastelitos.
Desde la puerta vi que alguien estaba remobiendo la basura. Al principio me dió un poco de miedo. Pues en esa zona había un indigente que se le había visto deborando latas enteras de comida de gato y que era un poco agresivo con la gente que lo miraba. Mis padres siempre me habían dicho que si lo veía, que procurara cambiar de acera y pasar mirando al suelo, para no llamarle la atención.
De todas formas me acerqué con cautela y sin saber si era él o no empecé a hablarle mostrándole a la vez todo ese montón de chocolate.
-Disculpe... hola... quería saber si le apetecía un pastel de chocolate...-
Ese hombre robusto y barbudo se me quedó mirando y no tardó ni un segundo en responder
-De veras? puedo cojer uno?-
Entonces fué cuando le entregué toda esa bandeja. El pobre se quedó atonito y sorprendido, hasta le dió cosa quedarse con todos los pastelitos.
-Oye, pero como? Todos no! me vas a destrozar el higado!- Exclamó con tono bromista.
Le conté la situación, que los tenía que tirar todos... y así fue como se los llevó, asegurando que los repartiría con un par de amigos indigentes que vivían por la zona.
Y desde aquel dia, que de vez en cuando se pasaba por la tienda para charlar un rato, o para labarse los dientes en la fuente que había delante. Se le veía inteligente... había sido programador informatico en una buena empresa, pero por motivos varios, había acabado alli.
La ultima vez que le vi, me dijo que un vecíno le había conseguido un trabajo fijo. Y de eso ya hará unos 7 años...
Y desde ese dia dejé de generalizar, pensando que todos los indigentes eran unos borrachos, sin estudios, analfabetos i/ o drogadictos...
Detras de cada persona hay todo un mundo, una vida rota, y tantas historias distintas por contar que es ahora mas que nunca cuando empiezo a comprender que no hay que fijarse en las apariencias.
Y menos hoy en dia, que nos encontramos en una fuerte crisis, las empresas estan cerrando y cada vez hay mas personas en la calle. Todos tenemos algun familiar, hermano, amigo, vecino o conocido que se puede estar quedando en una situación similar... Algunos aun conservan su piso, pero ya empiezan a mendigar...
Cada vez hay mas gente buena en la calle, que necesita ayuda, trabajo y comida.
Saludos
El epigrama.
Hacía años que se había quedado sin trabajo, y había perdido el contacto de su mujer y su hija. Cada noche se preparaba la cama con una caja de carton y unos periodicos y se disponía a dormir no sin antes labarse los dientes con su viejo cepillo.
Tantos años en la calle, le havían enseñado a vencer el frio de la noche, a cobijarse de las fastidiosas lluvias y a ser el primero en levantarse con la llegada del dia.
A veces iba a hacer deporte por los jardines de Barcelona, o se acercaba al Tibidabo. Algun dia ayudaba a cargar y descargar furgonetas, y con el dinero que le daban, pagaba en alguna piscina o baño turco un pase para poderse duchar.
Algunos dias, lo veías leyendo libros que se había encontrado, y otras hablaba con vecinos de la zona, quienes al verlo tan simpatico y arreglado, le daban algo de comer.
El cambió mi forma de pensar.
En esa época yo trabajaba en una pastelería cerca del centro de la ciudad. Tenía mucho éxito, pero no siempre abundaba la clientela, y era entonces cuando teníamos que tirar toda la comida que había sobrado y que se estropearía durante la noche...
La primera vez que vi a Fernando, fue uno de esos dias. Ya se acercaba la hora de cerrar y tenía una bandeja con 8 o 9 pastelitos de chocolate para tirar. El caso es que estaban buenos, pero la parte exetior se había resecado un pelin... y ya no se podían vender.
Me daba tanta rabía desaprovechar toda esa comida que decidí esperar hasta el último momento por si aparecia algun ambriento pidiendo lo que fuéramos a tirar.
La jornada laboral terminó y empecé a cerrar la tienda. Así que, una vez terminé de contar todo el dinero, me dispuse a tirar todos esos apetitosos pastelitos.
Desde la puerta vi que alguien estaba remobiendo la basura. Al principio me dió un poco de miedo. Pues en esa zona había un indigente que se le había visto deborando latas enteras de comida de gato y que era un poco agresivo con la gente que lo miraba. Mis padres siempre me habían dicho que si lo veía, que procurara cambiar de acera y pasar mirando al suelo, para no llamarle la atención.
De todas formas me acerqué con cautela y sin saber si era él o no empecé a hablarle mostrándole a la vez todo ese montón de chocolate.
-Disculpe... hola... quería saber si le apetecía un pastel de chocolate...-
Ese hombre robusto y barbudo se me quedó mirando y no tardó ni un segundo en responder
-De veras? puedo cojer uno?-
Entonces fué cuando le entregué toda esa bandeja. El pobre se quedó atonito y sorprendido, hasta le dió cosa quedarse con todos los pastelitos.
-Oye, pero como? Todos no! me vas a destrozar el higado!- Exclamó con tono bromista.
Le conté la situación, que los tenía que tirar todos... y así fue como se los llevó, asegurando que los repartiría con un par de amigos indigentes que vivían por la zona.
Y desde aquel dia, que de vez en cuando se pasaba por la tienda para charlar un rato, o para labarse los dientes en la fuente que había delante. Se le veía inteligente... había sido programador informatico en una buena empresa, pero por motivos varios, había acabado alli.
La ultima vez que le vi, me dijo que un vecíno le había conseguido un trabajo fijo. Y de eso ya hará unos 7 años...
Y desde ese dia dejé de generalizar, pensando que todos los indigentes eran unos borrachos, sin estudios, analfabetos i/ o drogadictos...
Detras de cada persona hay todo un mundo, una vida rota, y tantas historias distintas por contar que es ahora mas que nunca cuando empiezo a comprender que no hay que fijarse en las apariencias.
Y menos hoy en dia, que nos encontramos en una fuerte crisis, las empresas estan cerrando y cada vez hay mas personas en la calle. Todos tenemos algun familiar, hermano, amigo, vecino o conocido que se puede estar quedando en una situación similar... Algunos aun conservan su piso, pero ya empiezan a mendigar...
Cada vez hay mas gente buena en la calle, que necesita ayuda, trabajo y comida.
Saludos
El epigrama.
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